EL FILIAL RETORNO

¡Como enjambre de abejas irritadas, de un oscuro rincón de la memoria salen a perseguirnos los recuerdos de las pasadas horas!.

Cuando transcurría la primera mitad de la década de los 50, una pléyade de jóvenes nacidos en el mismo corazón del “Jardín del Altiplano” Moho, tierra de encantos y ensueños, ávidos de superación, con mucha sed de beber sabiduría y con el apoyo incondicional de nuestros queridos padres, en mi caso de mi recordada madrecita, en el mes de marzo de cada año, en algunos casos luego de culminar la educación primaria, empezaban entre angustias y alegrías los interminables afanes y penosos preparativos para en unos días dejar nuestros hogares, nuestra placita sus pintorescas callecitas, unas que bajan y otras que suben, testigos mudos de nuestras iniciales experiencias de romances puros y juveniles, dejar navegando en el espacio los momentos felices vividos en sus campiñas cual inspiración de artistas plasmados en geniales pinturas, dejar las alegres y largas caminatas a las orillas del azul Titikaka incomparable, sin dejar tiempo para la fatiga y el cansancio, en fin dejar en concreto todo lo vivido en los tres cortos meses de vacaciones, inexorablemente había que acudir o volver al colegio, en el mayor de los casos tratándose de jovencitos al colegio Nacional de “San Carlos” ,y en el caso de las chicas al colegio Nacional “Santa Rosa” ambos en la ciudad de Puno; colegios de enorme tradición y prosapia, motivo suficiente para hacernos sentir muy orgullosos de ser un carolino o una santarosina; llegado el momento teníamos que emprender un largo y penoso viaje hasta la ciudad de Puno, que generalmente duraba todo un día.

Ya, en la ciudad de Puno cada quien se instalaba en ciertas casas ya conocidas, generalmente las chicas y algunos chicos, iban acompañadas por su mamá, por la tía, la hermana y hasta la abuelita, los demás que éramos los más nos instalamos en un cuartito alquilado, con nuestra camita, tal vez una mesita y un baulito con nuestra ropita y útiles que a veces nos servia de mesita, pensionados, en una pensión en la ruta de casa al colegio, para ganar tiempo, lamentablemente vale la pena señalar que en algunas casas no contaban con instalaciones de agua y luz, bueno, frente a esto había que acomodarse en la mejor forma.

Ahora si, superados todos estos pequeños trances, incluso, olvidándonos momentáneamente de nuestro querido “Muju Marka” viene lo grande, el de dedicarnos en alma vida y corazón a nuestros estudios, y como no podía ser de otra manera, llegaba los exámenes del primer bimestre, (abril y mayo) resultado, felizmente todo bien, sin ningún “feriado”, de pronto se viene el segundo bimestre (junio y julio) en este bimestre sucede algo especial, lo primero estudiar y estudiar, luego pensar que a la vuelta de la esquina llegaba las fiestas patrias con ellas el gran desfile escolar, para ello había que marchar y marchar lo suficiente como para ganar el disputado “Gallardete de I.P.M.”, luego de estas actividades ya era inminente el viaje de retorno a nuestro terruño, siquiera para estar unas dos semanas, pero lo cierto que este retorno significaba llevar algún regalo, es decir, volver no con las manos vacías, éste, sin duda era una velada literario musical, en gratitud a nuestros padres y a nuestros paisanos, participar en el gran Desfile Escolar y algunos eventos deportivos programado por el Municipio Moheño.

Tanto en la velada, desfile y deportes participábamos corporativamente todos los Carolinos y Santarosinas con mucho entusiasmo, voluntad i sobre todo con mucho cariño. La velada y otras actividades culturales ya veníamos preparando desde la última semana de junio y todo el mes de julio bajo la coordinación y conducción de estudiantes de los últimos años, tanto varones y damitas y la colaboración de un entusiasta profesor.

Por fin, llega la mañana invernal del 27 de julio, día del gran desfile escolar en la Plaza de Armas de Puno, que terminaba aproximadamente entre la 1 ó 2 de la tarde, lo interesante de todo esto, es que a esa hora, ni sé como, en la Av. La Torre muy cerca al mercado central nos esperaba un camión acoplado con doble caseta vigente en esas épocas, conducidos tal vez por Dn. Vicente López, o tal vez por Dn. Emilio Saravia, muy condecientes, lo que significaba que en menos de una hora debíamos estar en el paradero, claro, no sin antes y a toda carrera luego del desfile llegar a la casa cambiarnos y llevar nuestros ligeros equipajes, ya que a las 3. de la tarde se iniciaría el triunfal viaje de retorno, generalmente en la caseta de dos filas iban las señoras y personas mayores y “arriba” ó “encima” (tolva) íbamos todos los chicos, de este viaje aprovechaban (nos gorreaban) algunos compañeros de Huancané y Conima.

El escabroso viaje previsto para llegar a nuestro destino era de 6 a 7 horas, viaje que ni la incomodidad ni el frió hacia mella a nuestra humanidad, porque el deseo y las ansias de abrazar a nuestros seres queridos superaba largamente a todas aquellas pequeñas incomodidades y percances del periplo.

En efecto, más o menos a la hora prevista desde lo alto de la carretera se divisaba la tenues luces de nuestra placita, y se nos habría nuestros pechos y decir a todo pulmón ¡ Ya llegamos! ¡Ya estamos en nuestro pueblito! ¡Ya estamos en casita! ¡Ya estamos en el bello “Jardín del Altiplano”! a orillas de Lago Sagrado el Titikaka. Al llegar a la plaza, aún encontrábamos restos humeantes de la quema de “Kcapos” a cuyo alrededor habían danzarines tradicionales como los “lamperitos” y por su puesto ahí estaban prestos y cariñosos nuestros familiares que nos reciben con muchos abrazos.

Luego de un breve descanso amanece al día jubilar 28 de Julio día de la Independencia Nacional, de acuerdo a la programación oficial del Municipio, teníamos que asistir debidamente uniformados con nuestros clásicos uniformes comando color kaqui, cristinas de militar, insignias y galones, de igual modo las chicas con su uniforme falda azul marino y blusa blanca, al culto de la Sagrada Misa con asistencia de las autoridades y vecindario en general. Pues, aquí viene lo más agradable, cuando muy temprano nuestras lindas marka masis pregonaban cariñosamente: “Carolinunacau purinitayna, plazar sarañani, marchaniu sihua” Como no recordar, que después del muy aplaudido desfile, un tanto acalorados, pasábamos a servirnos aquellos ricos heladitos blanco y rojos como nuestra bandera, (de leche y ayrampo) preparados primorosamente por agraciadas cholitas que se ubicaban a un costado de las graderías de la iglesia o tal vez, unas sabrosas y gélidas “thayachas” de izaño con miel de huiro, que vendían en la bajada de la calle Lima, Luego de un rico almuerzo en casita, estábamos a pocas horas de la Velada, y nos aprestábamos a preparar el espectáculo a realizarse en el teatrin de nuestro querido y recordado Centro Escolar Nº 843, que quedaba en la misma Plaza “Grau”, como ya estaba programado la gente a la hora indicada se aprestaba a ingresar al salón portando sus propios asientos, como era de esperar, la asistencia era masiva y el local quedaba chico.

Es así como, entre nostalgias, alegrías, gratos recuerdos y muchas satisfacciones transcurrían raudamente los años hasta llegar al Quinto año de secundaria, llegado este momento, cual bandada de “rabiblancas” o “ patinegras” (palomitas propias de la fauna moheña), cada uno alzaba vuelo con distintos destinos para seguir estudios superiores especialmente en la universidad nacional “San Antonio de Abad” del Cuzco, en la universidad nacional “San Agustín” de Arequipa, o en las Escuelas Normales a lo largo y ancho de nuestra sufrida patria, en busca de lograr una digna profesión para satisfacción primero de nuestros padres y luego de nuestro pueblo cuna de nuestro nacimiento, y así tener la oportunidad de retribuir los esfuerzos de nuestros progenitores y servir a nuestra patria , a nuestro terruño, desde el lugar que el destino nos señale.

Finalmente, no puedo dejar de traer a la memoria a la figura de don Carlos Eugenio Salazar Carpio, considerado como uno de los más destacados cultores de nuestra cultura andina a través de crear y por tanto ser autor de lindos huayñitos pandilleros, en este caso, El ha sabido en carne propia vivir aquellos transes y momentos de los afanes de sus queridos hijos, sobrinos y amigos cuando partían y retornaban del colegio y sensible a estas vivencias nos regala el huayñito “Estudiantes Moheños” que sin duda sintetiza los dicho líneas arriba, el mismo que lo cantamos con mucho cariño, como un himno y que a la letra dice:

ESTUDIANTES MOHEÑOS
. Letra y música de C. Eugenio Salazar C.
Estudiantes Moheños ya retornamos
a nuestro pueblo querido, incomparable
a gozar de las flores multicolores
al lado de nuestros padres queridos
y otra vez vuelven tus hijos
a recordarte con cariño y ternura.

Ay que triste se acerca el mes de marzo
Para dejarte de nuevo tierra mía,
sólo llevo recuerdos de mi cholita
y me da pena dejarte sin consuelo
otra vez se van tus hijos
en busca de tu grandeza, tierra mía.

Arequipa, julio del 2007

Jorge Gmo. Carpio Carpio.